Cinco años después, ¿cómo de lejos estamos de unir escritorio y táctil en una única experiencia?

Cinco años después, ¿cómo de lejos estamos de unir escritorio y táctil en una única experiencia?
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Si de algo pueden presumir en Microsoft es de tener la capacidad de dar marcha atrás. De no encabezonarse con propuestas que no parecen tener recorrido. Ayer pudimos comprobarlo en la presentación de Windows 10, la nueva versión del sistema operativo de Microsoft que destaca por la recuperación de la filosofía tradicional de trabajo: lo táctil pasa a segundo plano, y el ratón y el teclado vuelven a ser absolutos protagonistas.

Esa vuelta del protagonismo del escritorio era la gran demanda de unos usuarios que se sintieron (nos sentimos) un poco traicionados con la apuesta que Microsoft hizo con Windows 8 hace algo menos de dos años. La propuesta de la empresa de Redmond fue valiente, pero demasiado arriesgada, y puede que se adelantara a su tiempo. Unificar el escritorio tradicional con el escritorio táctil era entonces pedirle demasiado a la industria y los usuarios. Esa idea persiste en Windows 10, aunque lo hace de una forma más asumible: ese Windows único podría por fin lograr que ambas filosofías, la táctil y la no táctil, la móvil y la de sobremesa, converjan al fin.

La apuesta táctil comenzó mucho antes

En realidad la apuesta de Microsoft por las interfaces táctiles había quedado patente hace mucho tiempo. Podríamos relegarnos a los últimos meses de 2000 y también al año 2001: en aquellos meses la empresa de Redmond haría anuncios importantes en dos categorías de producto que no estaban del todo preparadas para su tiempo: por un lado, los tablet PCs, y por otra, los Pocket PCs.

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Aquellos experimentos acabaron siendo abandonados o transformándose (los tablet PCs son los actuales convertibles o híbridos) por la propia inercia de la industria, pero sus principios y logros se mantuvieron presentes para Microsoft, que acabaría integrándolos en otros productos. De hecho, aquella mesa Surface presentada en junio de 2007 -y por la que Microsoft siguió apostando un par de años- podría ser considerada como la "abuela" de las actuales soluciones táctiles de esta empresa. Aquel concepto era en muchos apartados aparatoso, pero de nuevo permitía que los usuarios abriéramos la mente hacia un nuevo modelo de interacción con las máquinas: el lenguaje táctil.

Ni siquiera la llegada de Windows 7 en octubre de 2009 lograría todavía aunar ambos conceptos. Cierto que Microsoft ya tenía sólidas bases para habilitar el control táctil en este sistema operativo -Steven Sinofsky publicaba un famoso "Touching Windows 7" ya en marzo de 2009-, pero la experiencia de los primeros dispositivos con ese soporte era limitada. Algunos de esos productos seguían tratando de defender el concepto de Tablet PC original -al que ahora llamamos 'convertible', insisto- , pero la interfaz tradicional no se llevaba especialmente bien con la experiencia táctil, muy dependiente aún del lápiz y poco preparada para ser manejada con los dedos.

Microsoft tenía no obstante un as en la manga. La interfaz o lenguaje de diseño conocido como Metro había empezado a hacer sus pinitos en Windows XP Media Center Edition, pero su primera apuesta seria se demostraría en los extintos Zune de 2006. Puede que aquellos rivales del iPod fracasaran, pero su interfaz de usuario sentaría las bases de Windows Phone, y más tarde de la Xbox 360. Quedaba un protagonista por adoptar esa interfaz, por supuesto: Windows.

Llega Windows 8 y la (fallida) apuesta total por lo táctil

La convergencia total entre la interfaz tradicional (ratón y teclado) y la interfaz táctil llegaría con Windows 8, un sistema operativo del que oímos hablar por primera vez en el CES de 2011 pero que acabaría llegando en versión final el 26 de octubre de 2012. Aquel día marcó un hito importante en Microsoft, aunque la empresa entonces liderada por Steve Ballmer errara el tiro: la experiencia táctil era la protagonista absoluta, y eso hizo que millones de usuarios tradicionales se sintieran traicionados: ¿qué había sido de nuestro querido menú de inicio? ¿y de nuestro escritorio clásico?

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Probablemente en Microsoft quisieron tratar de evitar los efectos colaterales del dilema del innovador: muchos demandaban un movimiento claro por parte de la empresa en un segmento estrella como el de los tablets, y Microsoft había tratado de dar su solución al problema. Sin embargo, lo había hecho olvidándose un poco de sus usuarios de toda la vida, y eso le costó caro a una empresa que vio cómo la adopción de este sistema operativo no estaba siendo tan destacada como esperaban. La gente prefería quedarse con Windows 7 -para muchos, el mejor sistema operativo de la historia de Microsoft- o incluso aguantar con un aparantemente inmortal Windows XP.

Pero como decíamos al principio, en Microsoft llevan ya algún tiempo escuchando muy atentamente a lo que sus usuarios y clientes tienen que decir. Tanto, que son numerosos los casos en los que han acabado dando marcha atrás. Lo hicieron con la Xbox One (DRM y juegos usados, o la obligada inclusión de Kinect), pero también con este Windows 8 que se les iba de las manos. De hecho, Windows 8.1 era precisamente la respuesta a todas esas críticas, y en Microsoft volvían a dar cierto (que no todo) protagonismo al escritorio clásico e incluso hacían un guiño a ese menú de inicio que no recuperaban pero cuya ausencia trataban de hacer algo más llevadera. Puede que después de todo en el imperio de Windows no se ponga el sol.

Los dispositivos que trataron de salir a flote con la apuesta de Windows 8

Las nuevas versiones de Windows siempre han tenido un impacto claro y directo en las propuestas de los fabricantes de PCs y portátiles, y Windows 8 fue una demostración más de esa circunstancia. Si en Microsoft querían apostar por lo táctil, los fabricantes también tendrían que dar respuestas a esa opción.

La propia Microsoft ofreció su propia visión de este tipo de dispositivos multidisciplinares con sus Surface y Surface Pro. Los primeros parecen haber sido abandonados tras el limitado éxito de Windows RT, pero los dispositivos completos se han convertido en unas propuestas realmente interesantes a la hora de combinar las virtudes de los tablets con las de los portátiles. El Surface Pro 3 es una excelente demostración de ello, como pudimos comprobar en nuestro análisis, y es uno de los mejores equipos híbridos del mercado.

Precisamente fue la adopción de Windows 8 por parte de los fabricantes lo que ha acabado generando la creación de una nueva categoría de dispositivos: los convertibles o híbridos (sin clara diferenciación), que se caracterizan por integrar diversos mecanismos físicos para que los portátiles se conviertan en tablets, o viceversa.

El Surface Pro 3 es un buen ejemplo de esa categoría, como decíamos, pero hay todo tipo de soluciones al respecto que han tratado de ir un paso más allá de lo conseguido por los Ultrabooks tradicionales. Éstos también han adoptado pantallas táctiles, pero éstas no son abatibles o acoplables/desacoplables, algo que sí caracteriza a los citados híbridos y convertibles.

Hay muchos ejemplos de este tipo de dispositivos, y todos ellos buscan ese equilibrio perfecto entre las prestaciones de un tablet y las de un portátil. Las soluciones para lograrlo son muchas y variadas, e hicimos un repaso de ellas ya hace meses. La conclusión al analizar esas propuestas, no obstante, la planteábamos en forma de pregunta: ¿son estos equipos la solución a un problema que nunca existió?.

Eso, desde luego, lo valoran (lo valoráis) mucho mejor los usuarios de este tipo de equipos, pero lo cierto es que tener más opciones casi nunca es malo, y contar con una interfaz táctil como auxiliar de la experiencia tradicional es una idea muy válida en diversos escenarios. De hecho, esa interacción no solo ha afectado a los portátiles, sino también a los sobremesas, que en este caso se han dado en llamar Todo-en-Uno (All-in-One, AiO), y que en un formato muy inspirado en los actuales iMac han tratado de ofrecer las prestaciones de un equipo sobremesa con esa aportación adicional de las pantallas táctiles.

Los diseños aquí también han variado enormemente y hemos visto ¿monstruosidades? como las de esas pantallas de 23 y 27 pulgadas de los HP ENVY Recline que trataban de plantear lo útil que es una pantalla táctil de estas dimensiones cuando la necesitamos (la pregunta, claro, es cuándo se presentan esas ocasiones). Como siempre, es el mercado el que manda, y ya indicábamos que siempre es bueno que existan alternativas para todos los gustos.

Y aún así, no parece que la fiebre de lo táctil haya sido un factor fundamental de compra para los usuarios, muy hechos al manejo del PC o portátil con su ratón y teclado (o trackpad), y no con nuestros dedos, que sí pueden suponer una ayuda en ciertas situaciones pero que hoy por hoy hacen de las soluciones táctiles una división interesante, pero que sigue sin desbancar al concepto tradicional de PC, portátil, o Ultrabook.

One Windows

A Microsoft se le veía el plumero desde hace cierto tiempo. La unificación de la interfaz de usuario era el primer paso claro hacia la convergencia total, y a ese apartado visual le han seguido medidas mucho más profundas.

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Julie Larson-Green, una de las principales responsables del futuro de Windows, dejaba claro a finales del año pasado las intenciones en el área de sistemas operativos de Microsoft, una rama crucial para el futuro de la empresa pero que tenía un claro problema:

Tenemos Windows Phone. Tenemos Windows RT y tenemos Windows. No vamos a tener los tres.

Esta ejecutiva se quedaba aparentemente corta, porque la apuesta de Microsoft va más allá, y ahora el enfoque de la empresa liderada por Satya Nadella es claro y se resume en dos palabras: One Windows. En Microsoft quieren disponer de un núcleo común para todos los sistemas operativos que sea la base de una única familia de productos, que defina a una plataforma, y que tenga una única tienda de aplicaciones.

La empresa ya dio un paso fundamental con el anuncio de las aplicaciones universales, que los desarrolladores solo necesitarán programar una vez y que luego podrán compilar para distintas plataformas de forma que puedan funcionar adaptándose a los recursos hardware de móviles, tablets, PCs y portátiles o, por supuesto, las consolas Xbox.

Los pilares para ese futuro One Windows están apuntalados, y ahora queda por ver cómo Microsoft resuelve el problema esencial: el de que ese único Windows (y sus aplicaciones, cuidado) se pueda adaptar de forma natural a las propiedades de cada gama de dispositivo. Hoy en día parece natural que los móviles tengan un sistema operativo de móviles -solo táctil- y que los tablets compartan ese sistema (como ocurre en Apple) o traten de ir más allá (como ocurre con Microsoft Surface) y utilicen un sistema operativo completo pero con soporte de interfaz táctil.

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Pero lo que plantean desde Redmond es eliminar esas propuestas diferenciadas (mejor corremos un tupido velo sobre Windows RT) y unificarlas para que el sistema operativo que utilizas en tu móvil, en tu tablet, en tu PC, en tu portátil, en tu convertible, en tu híbrido, en tu consola, y quién sabe en cuántos más tipos de dispositivos, sea siempre el mismo Windows. Por supuesto en cada caso habrá ciertos componentes y extensiones que cobrarán sentido solo para esa plataforma, y que permitan adaptar el software y las aplicaciones a recursos como el tamaño de pantalla o protagonismo de intefaz táctil o de interfaz ratón/teclado.

En mi opinión, la cosa va más allá. No solo se trata de que ese Windows unificado (veremos si es 10 o tenemos que esperar algo más) pueda ser el sistema universal para toda la gama de dispositivos Windows, sino de que la experiencia de uno converja con la de los demás de forma nativa. Eso hará posible que todos ellos sean complementarios, pero que en realidad cualquiera de ellos sea suficiente (y necesario) para obtener una solución completa.

La idea no es mía, claro. De hecho, puede que tampoco sea de los ingenieros de Microsoft. Si hubiera que darle crédito a alguien, yo se lo daría a Mark Shuttleworth, el creador de Ubuntu y de Canonical, que ya el 31 octubre de 2011 publicó en su blog "Ubuntu on phones, tablets, TV’s and smart screens everywhere". Aquel artículo y la ambición mostrada por este multimillonario y turista espacial sudafricano se vieron en parte cristalizadas con proyectos como Ubuntu for Android y, sobre todo, con aquel fracaso triunfal llamado Ubuntu Edge.

La propuesta de Shuttleworth no acabó ahí, y su sistema operativo sigue tratando de ofrecer esa convergencia total. Se suponía que este año se produciría ese resultado, pero no lo hemos visto en Ubuntu 14.04 LTS, y no es probable que tampoco lo veamos en la inminente Ubuntu 14.10, a pesar de que sus desarrolladores acaban de publicar la versión RTM de Ubuntu Touch. Lamentablemente esa versión -como pudimos comprobar hace unos meses- está muy lejos de ofrecer todo lo que Shuttleworth nos prometía hace tres años.

Puede que Microsoft ya tuviera en mente algo similar anteriormente, pero la dirección que ha tomado su proyecto parece clara. Ese futuro que concebía Shuttleworth y que personalmente también veo bastante claro tiene (al menos a corto plazo) al smartphone como absoluto protagonista. En el caso de Microsoft, ese dispositivo estará basado en Windows (¿10?) y será el que uno se lleve a todas partes consigo. Nos lo llevaremos a la oficina, donde se emparejará de forma inalámbrica con monitor, ratón y teclado, y nos presentará una sesión de trabajo que será básicamente la que ahora disfrutamos con el escritorio clásico de Windows 8. Y ese comportamiento camaleónico se extenderá a otros escenarios (por supuesto, a nuestras sesiones de trabajo y ocio en casa) y a otros muchos dispositivos (veremos si Windows llega a relojes inteligentes, algo que a priori parece difícil) que aún ni conocemos. Continuum, esa tecnología que integrará Windows 10, nos permite comprender un poco mejor esa versatilidad:

Y por supuesto, no solo el smartphone podrá adaptarse y presentarnos distintos tipos de sesión de trabajo según los periféricos cercanos: como se ve en el vídeo, podremos hacer lo mismo con un tablet, con ese teórico súper-reloj inteligente, o, si lo preferimos, mantener nuestro portátil o PC más tradicional. Eso no importará demasiado, porque al fin y al cabo lo que quedará es que esa experiencia unificada se adaptará a nuestras necesidades en cada momento, sin más.

Qué bonito.

En Xataka | La convergencia es el futuro: el smartphone como PC de sobremesa

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