'Power Rangers', crítica: El inconfundible encanto de un robot gigante

'Power Rangers', crítica: El inconfundible encanto de un robot gigante

30 comentarios Facebook Twitter Flipboard E-mail
'Power Rangers', crítica: El inconfundible encanto de un robot gigante

Aunque los robots mayestáticos y los monstruos de cuatro pisos de altura que caen en plancha sobre toscas maquetas de ciudades-dormitorio desiertas parecen patrimonio japonés, que para eso es la tierra de Godzilla y de Mazinger Z, hay algo en esa fantasía que fascina y cosquillea la imaginación de cualquier persona, en cualquier punto del globo.

Al fin y al cabo, fue Japón quien convirtió el trauma post-nuclear de Hiroshima y Nagasaki en un coloso superheroico dispuesto a defender al país de cualquier ataque externo (para entender las obvias connotaciones políticas de esa metáfora recomendamos acudir a la reciente y soberbia 'Shin Godzilla'). Y también es obvio que Mazinger ha permanecido como icono absoluto del megamecha en el subconsciente pop mundial (pese a contar con un precedente japonés, el entrañable Gigantor -no tripulado, ojo- y aunque, yendo más allá, el tropo hunde sus raíces en alguna deidad hindú).

Y aún así, en occidente tenemos nuestros propios gigantes: antes que cualquier saurio descomunal, King Kong fue la reformulación via Hollywood del inmortal mito de la Bella y la Bestia. Y la ciencia-ficción norteamericana de los años cincuenta soñaba de forma simultánea a Godzilla con radiaciones del espacio que nos convertían a nosotros y a nuestros insectos en monstruos descomunales.

Es decir, que en todo el globo hay cierta fascinación, casi diríamos que infantil, con los seres gigantescos y su relación con los humanos, que pese a nuestro tamaño, podemos controlarlos, maniobrarlos y hacer que se choquen entre sí.

No es de extrañar que 'Power Rangers' se convirtiera en un fenómeno global en los noventa. Ya te explicamos sus no-tan-sencillos-como-pudiera-pensarse orígenes, procedentes de lo más hondo de la cultura pop japonesa, y cómo a partir de los noventa se convirtieron en refrito televisivo de fama internacional gracias a la ubicación de actores occidentales y subtramas bufas puntuando lo que realmente importaba: artes marciales en descampados y robots gigantes protegiendo el planeta a base de dejar sus ciudades convertidas en un solar.

La franquicia Llegó a disfrutar de un par de películas que respetaban moderadamente la estética y ritmo de las series originales, pero que al ver sobredimensionadas sus tramas secundarias y mejorados sus efectos especiales (pero no mucho, para no perder la esencia) conseguían un peculiar efecto de extrañamiento que los ha acabado convirtiendo en deliciosos artefactos de pop basura.

Por eso las primeras críticas positivas que han ido apareciendo de esta nueva reformulación de la franquicia en pantalla grande estaban teñidas de sorpresa: “Ojo, una adaptación al cine de 'Power Rangers'… ¡y está muy bien!”. El espectador despierto, sin embargo, no tiene tanto de qué sorprenderse, aunque en efecto, la película esté francamente bien.

Por una parte, la serie original de 'Power Rangers' hace tiempo que dejó de ser un espectáculo camp: por supuesto hemos seguido teniendo espadas de plástico gigantes, edificios de corchopán, robots haciendo aspavientos, publicidad de juguetes camuflada a duras penas… pero las coreografías de combate son altamente competentes.

En temporadas como 'Jungle Fury', de 2008 (cada año, la temática de uniformes y poderes de los Power Rangers cambian), hay efectos de cable, explosiones, coreografías y planificación de peleas que dejan en evidencia a superproducciones de Hollywood que confunden “montaje trepidante” con “que no se vea nada”.

Power Rangers a la enésima potencia

Power Rangers 2

Por otra parte, la nueva película de 'Power Rangers' traía interesantes credenciales: su director es Dean Israelite, que acababa de dirigir 'Project Almanac', una interesantísima mezcla de cine para adolescentes digno y de ficción de viajes en el tiempo, que esquivaba cuidadosamente todos los tópicos que se han ido adjudicando a semejante mezcla (sí, 'El efecto mariposa', te miro a ti). En 'Power Rangers' la combinación de elementos está igual de bien medida, dando como fruto una sorpresa mayúscula: una película de la franquicia donde los personajes importan.

Consciente de sus limitaciones, 'Power Rangers' abraza la fascinación internacional por los robots gigantes, los superhéroes y los combates colosales

Estupendamente bien escritos, los cinco jóvenes que reciben poderes para proteger la Tierra de una amenaza cósmica no son los irritantes adolescentes, perfectos e increíbles de otras sagas similares (o de la propia serie de televisión de los Rangers): son chavales conflictivos -se conocen en un aula de castigo, un ambiente que no solo propicia el mejor golpe (literal) de la película, sino que enlaza con un clásico del género teen, 'El club de los cinco'- y con cierta densidad dramática.

Hay un chico negro marginado por su autismo y una chica lesbiana aficionada al hard rock: diversidad e integración acorde con los tiempos que corren, sí, pero nada artificial ni melosa. Buena parte de la culpa la tiene también el guionista John Gatins, que no solo escribió el planteamiento de una película con abundantes puntos en común con esta -'Kong: La isla Calavera'-, sino que ha demostrado buen pulso dramático en films como 'Acero Puro' o 'El vuelo'.

Israelite no solo se entrega a la hora de retratar a un grupo de héroes dramáticamente consistente, como ya hizo en 'Project Almanac': además se permite unas virguerías en la planificación que distancian a la película de un trabajo para hacer caja y pasar página. Hay una secuencia de persecución inicial motorizada, antes de la llegada del componente fantástico, que es puro exhibicionismo visual y frenético, y las peleas están rodadas con humor, ligereza y excelentemente planificadas y coreografiadas. Lo (mínimo) que se espera de un buen episodio de 'Power Rangers'.

Power Rangers 3

El problema llega al afrontar el último cuarto de la película: un manto de gravedad desciende sobre la trama, y todo lo que había sido jolgorio (como el descubrimiento de los poderes de los Rangers, despreocupada, increíble y muy en la onda de la reciente oleada de películas Marvel) se torna gravedad. Los problemas que habían dado tridimensionalidad y bienvenido dramatismo a los personajes se vuelven excesivos, y empiezan a sucederse los problemas domésticos y las dudas morales de los héroes… multiplicados por cinco.

El inesperado (e innecesario: la película ya era emotiva sin apretar las tuercas del drama) giro impacta hasta tal punto en el ritmo de la película que ni siquiera un descerebrado clímax en el que se enfrentan un coloso dorado y un robot construido con un puzzle de dinosaurios metálicos devuelve a la película al estupendo tono inicial. Sin embargo, la conclusión no vuela tan alto como el arranque, pero está a la altura de las circunstancias: una versión ligera y reducida de 'Transformers', pero consciente de su propio disparate y sin tratar de convencer a nadie de que está viendo nada más que una película de los 'Power Rangers'.

Y nada menos. 'Power Rangers' sabe donde está la fuerza de la franquicia: en abrazar el entretenimiento ligero y entregarlo perfilado, apropiado para las nuevas generaciones, pero sin adulterar. Por eso los personajes de Zordon (el jefe alienígena), Alpha 5 (el robot amistoso) y, sobre todo, la villana malísima Rita Repulsa, divertidísima y maquiavéliza Elizabeth Banks, están a un paso intermedio entre la farsa y el tomárselo todo muy en serio. 'Power Rangers' sabe que se trata solo de robots gigantes, artes marciales y dinosaurios de acero, pero también que hasta esas cosas exigen un cariño.

En Blog de Cine | 'Power Rangers', difícil hacerlo mejor sin traicionar la franquicia

Comentarios cerrados
Inicio