Emilio Bueso, autor de la saga ‘Los ojos bizcos del sol’: “La literatura sigue jodida. Pero yo ya no puedo/debo quejarme. Aun así, algo me quejo”

Emilio Bueso, autor de la saga ‘Los ojos bizcos del sol’: “La literatura sigue jodida. Pero yo ya no puedo/debo quejarme. Aun así, algo me quejo”

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Emilio Bueso, autor de la saga ‘Los ojos bizcos del sol’: “La literatura sigue jodida. Pero yo ya no puedo/debo quejarme. Aun así, algo me quejo”

El que conoce/admira/soporta/quiere a Emilio Bueso (es mi caso), sabe que escucharlo tiene peligro. Hay algo en su tono enfurruñado, de predicador (no tan) desnortado, que cautiva la oreja. Sea el Emilio leído en las páginas de sus novelas o el Emilio oído entre sidrinas en Avilés, ese algo inefable hace que escucharlo y pensar sobre lo que dice, incluso cuando lo que dice induce al cabreo, sean acto y consecuencia.

Emilio se queja. Del mundo, de la literatura, del fándom, de los histéricos, de las histéricas, de los políticos, de los apolíticos, de los apoltronados, de los populistas… De todo un poco, vaya. Pero en este clima de toxicidad irrespirable en la red, de vetos al por mayor y vigilancia orwelliana de los sectores supuestamente menos probables de autoerigirse como inquisidores ex novo, Bueso, el autor que nos embarcó en el fin del mundo por la vía del peak-oil en ‘Cenital’ (Salto de Página, 2013) está harto… de quejarse.

En parte, porque le va bien. De su último libro, ‘Transcrepuscular’ (Gigamesh, 2017) —publicado con la bendición papal de Alejo Cuervo, el inefable editor de ‘Juego de tronos’— habla de que ha roto un techo de cristal muy, muy duro para los autores de género en España: 2.000 ejemplares de un libro. Bueso asevera que va ya por los 3.000 de su (cita textual) fantasía biopunk de espada y brujería. Protagonizada por un samurái sin pelotas. Que las recupera. Literalmente. En ambos casos.

Precisamente de este paso, de sacar pelotas de donde no las había y madurar con el cambio, va ‘Antisolar’ (Gigamesh, 2018), segunda entrega de esta loca saga titulada ‘Los ojos bizcos del sol’ en la que se funden la novela de viajes por los más alocados lugares, la acción estilo ‘anime’, los bichos GIGANTES (hay un cangrejo del que Bueso dice que “a duras penas cabía en el océano”), y las reflexiones sobre la evolución de las especies. ¿De veras es cierta siempre la máxima darwinista de evolución por competición? ¿O es planteable otro tipo de salto hacia delante que no obligue a pisarle la cabeza al congénere para tomar impulso?

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Imagen de todas las portadas de las ediciones Oro y Plata de 'Antisolar'.

De esto, y muchas más cosas, en sobradas cantidades, en los siguientes párrafos. Eso sí, lector, tómeselo como lo que es. Una charla de barra de bar (sin barra y sin bar) entre dos viejos lobos de este peculiar piélago literario que es el fantástico español. Una tertulia con muy poco filtro. Bueso hasta el hueso, si lo quieren así. O, mejor aún, hasta el corazón.

Me hizo bastante gracia cuando te leí, en el final de la entrevista de ‘Jot Down’, que tenías “la virtud de encabronar a todo el mundo”. ¿Cómo que la virtud?

Es que no lo sé… A ver… A veces duele y pesa, porque hay gente que la ha tomado conmigo y me trolea en cada foro y en cada red. Tengo a algunos que están on fire conmigo todo el día. Pero claro, comparo esa situación con la que me cuentan otros colegas del oficio, que no consiguen que les presten atención, que nadie repara en ellos… Es un poco como: “Bueno, si os cabreo, algo os estoy aportando, aunque sea en negativo”.

Por lo menos no eres invisible.

Es muy triste que saques un libro y que a los cinco días esté olvidado. Eso, lo que arroja de balance, es que has hecho a alguien perder un tiempo de su vida que no volverá. Tal vez se ha entretenido leyéndote, como mucho; pero le ha dado igual. Yo me digo: “No escribo para que la gente pase el rato”. Intento aportar algo. Por ejemplo, en esta trilogía he apostado por la aventura, por el entretenimiento; incluso, por el sentido del humor. Vale, que así a bote pronto suenan a cosas más superficiales que lo que hacía antes. Pero es que de ponerse lapidario y trascendente uno acaba también hasta el gorro. Mucha gente me pide que vuelva a ese tono…

Y no quieres. Porque ya lo has hecho.

No, no. Volveré a hacerlo. Pero no puedo hacerlo todos los putos años. Porque si no acabaría de profeta del apocalipsis. De sepulturero. De enterrador.

A ver, la crítica social siempre me ha interesado. Por ejemplo, en 'Extraños eones' denunciaba la situación que viven los niños de la calle en Egipto y eso es una manera de hacer justicia social. Ahora se lleva mucho el feminismo, el LGBT… Pero yo me he fijado en colectivos que están bastante más jodidos que estos y aun así ahora tengo que aguantar que me llamen machista, pollaherida o vieja guardia. Esto me pone bastante malito.

A la crítica social vas y vuelves, si eres un tío inquieto. Pero ahora estoy a otras cosas. De hecho, me llama la atención… Yo cuando desembarqué en esto [su trilogía de fantaciencia epopéyica] pensé que se iba a aliviar un poco el troleo, toda esta gente que me dice que me flipo, que estoy sobrevalorado, etc. Pero no. ¡Siguen arremetiendo contra mí! Debe de ser que soy un tipo antipático. Yo que sé, tío, yo que sé…

Una de las primeras sorpresas de la novela, del arranque mismo, es que a tu samurái castrado le salen pelotas. ¿Cómo se vive ese momento desde el personaje? Especialmente porque empieza siendo algo humorístico que acaba transformando la novela en algo cercano a una historia de amor.

En gran parte la culpa la tiene Fran. Francisco Miguel Espinosa [autor de libros como ‘Reyes del cielo’ o ‘Cabeza de ciervo’]. Cabrón. Creo que me lo dijo después de Eones. “Tío, tus personajes no evolucionan. Siempre están igual”. Me lo miré y me dije, hostia, llevo media docena de mis novelas a mis espaldas y es verdad: mis personajes empiezan y terminan igual.

Claro, esto cuando te metes en una trilogía tienes que tomártelo muy en serio, porque el personaje va a cambiar. Tiene que evolucionar. Yo quería que mi alguacil tuviera su propio viaje del héroe, introspectivo. Más que nada para que la novela no fuera un corre-corre-que-nos-pillan sin más. Máxime cuando la estructura de la novela es una road trip.

Tenía claro que al héroe le quería meter un desarrollo personal. Se ha metido en una relación que no pinta bien a largo plazo y lo que todo el mundo espera aquí es que acabe en tragedia romántica. Y hay otra cosa. Cuando el libro sea un tomo en edición ómnibus, estaremos hablando de 900 páginas, y como no metas profundidad en algunas cosas te habrás pasado un libro así de largo solo haciendo el cabra. Y el alguacil… A ver, yo lo pensé así: “Si lo meten en un tanque y lo curan de arriba a abajo, ¿qué van a hacer? ¿Borrarle tatuajes? No porque entienden que son códigos tribales. Pero reponerle las pelotas sí que pueden, ¿no? [risas]".

[Risas].

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Portada de la edición Plata de 'Transcrepuscular', primera entrega de 'Los ojos bizcos del sol'.

No he podido evitar tomarme de cachondeo gran parte del recorrido que se pegan. Si lo piensas bien, aparte de demencial, es bastante cómico. Mis personajes tampoco están preparados para las situaciones en las que se van a encontrar. Y cuando no estás preparado para algo, una respuesta muy normal es el cachondeo. Y cuando tienes a un personaje especialmente cachondo como el trapo…

De hecho la historia es casi una historia de mochileros. De tipos que se encuentran juntos un poco porque sí y van haciendo camino y encajando a duras penas.

A raíz de que AMC [el canal privado famoso por series como ‘The Walking Dead’ o ‘Mad Men’] adaptó ‘El Terror’ de Dan Simmons, me lo releí. Y me enganché a leer otros libros sobre exploradores. Cuando uno se pone a romper las fronteras del mundo, y esto es algo que no sabemos desde la época de los grandes descubrimientos, se repiten ciertos patrones. Cogerte un guía local, contactar con los nativos, se te suma gente por el camino. Si te pones a leer cómo vivían sus viajes los exploradores del 1400 y la madre, ves que estaban siempre en perpetuo shock, alucinando bellotas. Ese era el ambiente que quería retratar.

Y llevándonoslo al hoy, pues sí, es irte de mochilero. Hoy lo más parecido a esa época de exploradores es largarte a Tailandia, a la selva, con una mochila a la espalda y a ver qué te encuentras. Una cosa que hace mucha gente cuando acaba la carrera. Mis alumnos [Bueso fue profesor de Sistemas Operativos en la Universidad Jaume I de Castellón durante ocho años] lo hacían mucho. Me piro a Birmania como voluntario de una ONG y exploro…

Parece casi una necesidad vital del individuo del siglo XXI. La ausencia de territorio inexplorado obliga a inventárselo.

Esto es una cosa que siempre hemos tenido encima. Y ya no solo como civilizaciones o individuos. Yo creo que está en lo biológico. Nuestra especie, al ser territorial, es gregaria, pero al mismo tiempo defiende el terreno al que se expande. Necesita expandir su territorio. Por eso me fijé en la cultura chino-japonesa. Pensé: “¿Quiénes se lanzarían a hacer el cabra primero a la conquista del espacio?” Pues creo que los asiáticos tienen muchas más papeletas que nosotros. Aunque mira, en España en esto también hemos sido históricamente pioneros.

Nos está pasando una cosa. Cada día tratas más a la gente por Internet que en persona. Estás más encerrado. Es como si perdiéramos espacio a medida que evolucionamos. Mi instinto como autor, y creo también como lector, es husmear esos libros que trabajan el sentido de la maravilla ya no por el asombro que te pueda producir una tecnología o un suceso, sino por ir a sitios donde nunca hemos estado.

En el caso de mi saga, la exploración va a continuar. En la tercera, 'Subsolar', van a visitar unos paisajes alucinantes en otro territorio que les es desconocido. Aunque bueno, el trapo sí lo conoce, que es su lugar natal.

Cenital Emilio Bueso
Portada de 'Cenital' (Salto de página, 2012).

Pero volvamos a esta novela, ‘Antisolar’. Háblame un poco de la construcción del mundo, porque para un fan de la monstruosa flora submarina como yo hay tela que cortar.

Tú ya sabes que soy buzo. Y ahora mismo el fondo marino es más desconocido que la superficie lunar. Tenemos mejor cartografiada la Luna que el fondo marino. Y eso sucede porque las presiones bajo el agua son tan tremendas que el esfuerzo económico de explorarlas es enorme. Yo soy buzo de dos estrellas y con esa categoría puedo explorar cuarenta metros de profundidad. ¿Qué veo en cuarenta metros? Pues cuatro mierdas.

Hay batiscafos y maquinaria, eso sí. Y el caso es que cuanto más bajamos, más flipamos. Porque son posibles cosas como que la vida surgiera de las fumarolas. Pero realmente no tenemos ni idea de qué tipo de gases emiten ni de qué formas de vida extremófilas se forman a su alrededor. A mí todo esto me conectaba mucho con Verne. Tenía muy claro que quería hacer un periplo subacuático que se comiera un buen tramo de la historia.

La próxima gran frontera que podremos explorar en persona, no será el espacio exterior. Será el fondo marino. Tú puedes enviar un rover a Marte, pero no a un tío. Sin embargo, James Cameron ya bajó en su batiscafo a la fosa de las marianas.

El caso es que bajo el agua no dejan de aparecer cosas. Hace poco leía que se han descubierto unos pólipos ligados a la biota ediacárica. Mucha gente no lo sabe, pero antes de que aparecieran nuestra familia de organismos, hubo una serie de organismos, esta biota, que no prosperaron. Vete tú a saber cómo desaparecieron. ¿Asimilación? ¿Simbiosis? ¿Exterminio?

Esto conecta con una idea nuclear de la novela. Que la vida no es un continuo y que organismos muy diferentes en cuanto a su evolución conviven en el mismo espacio-tiempo.

Yo me estoy adscribiendo mucho a las teorías más punteras y aventuradas de los biólogos porque dan para escribir historias bestiales. Hace poco leía a un tío que hablaba sobre todo esto definiéndonos como el tercer intento de la vida. Que la vida surgió tres veces en nuestro planeta y no fue hasta la tercera que fue la vencida.

Me he fijado en colectivos que están bastante jodidos y aun así ahora tengo que aguantar que me llamen machista, pollaherida o vieja guardia. Me pone malito.

Pues mezcla esto por ejemplo con la panspermia [la teoría que apunta al origen de la vida por polinización de material vegetal en meteoritos]; desde que la descubrí en ‘Aniquilación’ me tiene loco. Soy un flipado de esa novela de Vandermeer. Incluso la adaptación de Netflix me ha encantado. Creo que la ciencia ficción se ha fijado demasiado en la tecnología y en la física. Pero sobre la biología, aunque hay cosas, no se ha hecho tanto. Y teniendo en cuenta que los grandes descubrimientos del futuro parece que tiran para la ingeniería genética y el diseño de especies, a mí me parece que hay un filón muy grande y que personalmente me interesa más que la inteligencia artificial. Porque la IA, tal como la veo, está aún en el tamtam. Y habrá que ver si no es un bluff.

En cualquier caso, como autor me parece que hay que apostar por la ciencia más aventurada, aunque sea la menos demostrada. Si trabajas solo en el campo de lo que está aceptado con solidez por la comunidad científica, tu espacio de trabajo se reduce. Por eso yo defendí y usé en esta saga la simbiogénesis, aunque esté descartada por la mayoría de los biólogos. Pero toda la gran ciencia ficción de los 60 hacía lo mismo: prometérselas felices con hipótesis que estaban sobre la mesa y que ya veríamos. Yo lo que hago es fijarme en lo que hacen los grandes de mi campo y apuntar en otra dirección. ¿Por qué? Porque si no aporto algo nuevo, estoy de sobras. No valgo una mierda. Si hago versiones a la española de lo de fuera, tengo claro que sobro.

En una entrevista que te hice el año pasado, hubo mucha polémica con tu crítica al worldbuilding de Tolkien y Sanderson...

Es que ellos trabajan más desde las ciencias sociales, cuando yo creo que la ciencia ficción tiene que trabajar más desde las ciencias puras. Sanderson o Tolkien te crean mundos, religiones, sociedades… Pero yo digo que saltan a la pata coja porque todas esas creaciones sociales deberían de partir de un planteamiento innovador de la concepción del mundo en términos físicos. Si lo cimientas así, las religiones y estructuras sociales que te surjan estarán condicionadas por ese entorno. Surgirán de él y te permitirán llegar más lejos en la construcción de tu mundete. Eso es lo que llevo intentando explicar este año. Pero nada, la respuesta de alguna gente es anatema, bukkake y excomunión. ¡Vamos a pegarle a Bueso!

¿A mí que me aportan los puristas? ¿Me tienen que dictar lo siguiente que escribir? Cuando hablé con Alejo de este proyecto le dije que le iba a entregar una dragonada en tres tomos. Y él me advirtió: “Si haces un realismo sucio ambientado en la época medieval, para eso está ya Martin [George R.R., autor de la saga ‘Canción de Hielo y Fuego’]”. No me lo dijo exactamente así, pero por ahí iban los tiros. Y eso es lo que intento. Tienes que quitar de en medio lo establecido y alzar nuevas cosas, porque si no ya me dirás a qué coño has venido. ¿A vender papel? Como sabes, además se vende poco.

Si quieres atracar un banco hoy día, atrácate la wallet de bitcoins de un tío, o a ING direct o a uno de estos bancos que operan digitalmente.

Hablando de vender, una de las mayores novedades, y fruto también de polémicas de tu saga, ha sido este modelo de formato de lujo en el estreno y luego ebook y bolsillo. ¿Ha funcionado?

A ver, en algunos formatos mejor de lo que esperaba. Por ejemplo, en ebook hemos vendido bastante más de lo que me esperaba. Pero también soy consciente de que he tocado varios techos de cristal.

Extranos Eones
Portada de 'Extraños eones' (Valdemar, 2014).

A eso quería ir yo. A que parece que para el autor del fantástico, al menos el español, hay un abismo que se sitúa más o menos en los 2.000 ejemplares que es imposible salvar.

Bueno, yo con ‘Transcrepuscular’, si lo juntas todo, ebook incluido, ya ando por los 3.000. Así que 3.000 y pico aún se pueden vender. Date cuenta que ahora también he empezado a vender en Latinoamérica. De los 200 oros [la edición de mayor lujo de ‘Transcrepuscular’], 20 se fueron entre Argentina, Chile, México… Aunque es verdad que lo que está funcionando allí son las ediciones baratas. Y también corre el pirateo...

Que, a la larga, favorece a que te conozcan y te vendan más.

Bueno, ya veremos. Porque hay mucha gente mentalizada de no pagar por los libros y habrá que ver si cuando pretendas materializar a los que te piratean en ventas, no te pegas otra hostia. Puede que ahí haya otro techo de cristal.

¿Pero por qué cuesta tanto? Lo digo porque autores como Gallego, Somoza, Palma o Negrete sí consiguieron romper ese techo de ventas. Sin embargo, ahora, parece que hay unas cifras, si quieres 4.000 en vez de 2.000, que parecen inamovibles. Vamos, que no hay un primera espada del fantástico español que pueda afirmar: Pues yo vendí 12.000 [para ilustrar al lector, 12.000 libros vendidos significarían para el autor, en bruto, entre 18.000 y 24.000 euros por un trabajo que, como poco, se prolonga un año]. Y esto parece todavía más absurdo cuando en Netflix, los videojuegos y el poco cine que aún llena las salas, el fantástico arrasa. ¿Por qué no son exportables los espectadores del audiovisual a la literatura?

Es una pregunta muy buena que nos hacemos todos ahora mismo. Yo tengo una serie de explicaciones al respecto. No creo que sea una sola cosa, sino una combinación de factores. Cogiendo el ejemplo de J. Palma [el autor de la trilogía victoriana: ‘El mapa del tiempo’, ‘El mapa del cielo’ y ‘El mapa del caos’, que llegó a ser ‘best-seller’ de ‘The New York Times’], las tiradas que el vendía de 20.000 es verdad que, hoy por hoy, no las vende nadie. Eso es verdad.

Pero si te pones a mirar las obras que han llegado tan lejos, son obras con un pie y medio en el suelo, con una base realista muy potente. Cógete ‘El mapa del tiempo’; bebe de los clásicos, tío. O ‘La dama número 13’, está bebiendo de mitología, con la poesía como base… Ellos, cuando han llegado más lejos que nosotros, lo han hecho volando bajo. Si vuelas alto, se complica. Creo que la clave para intentar conseguirlo nosotros es echar como ellos el ancla al realismo y navegar en un fantástico más suave.

Estamos todos muy vendidos al audiovisual. Y es normal, porque está pegando fuerte, tiene calidad… Competir con esto, para un escritor, es muy duro.

El próximo trabajo que haré en esto [la literatura], aparte de una obra infantil para que la pueda leer mi crío y asustar a los padres, será algo mucho menos demencial y arriesgado. La gente coge el libro [‘Transcrepuscular’] y lee el primer párrafo: “Los caracoles se ponen a cantar y dan la voz de alarma” y acto seguido un guerrero sigue a una serpiente voladora y hay muchos lectores que reaccionan en plan: “Tío, yo esto no me lo pienso fumar”. Yo tengo ese lastre, veo que ahí hay un problema.

Y creo que no solo me pasa a mí. Me cojo ‘Challenger’ o ‘Arañas de Marte’ de Guillem y este tío tiene unos planteamientos que se los has de comprar. Te pone a prueba, pone a prueba al lector. A mí me encanta eso. Pero te limitas mucho.

Así que quieres virar el rumbo.

Sé que puedo virarlo. Lo que no sé es si me seguirán. Eso nunca lo sabes. Lo tienes más fácil si quieres alcanzar un gran público con cosas más realistas. Piensa en Netflix. Es verdad que ha adaptado chaladuras muy gordas como ‘Carbono alterado’ o ‘Aniquilación’. ¿Pero dónde ha logrado sus mayores éxitos?

Ahora Intenta Dormir
Portada de 'Ahora intenta dormir' (Valdemar, 2015).

‘La casa de papel’, ‘House of cards’, ‘Por 13 razones’…

¡Efectivamente! No sé, yo me miro lo que consume el público masivo… Está claro que ‘Los ojos bizcos del sol’ son tiradas limitadas. Y el bolsillo es un formato barato porque sabemos lo que hay, que el público tiene unos topes. Hay trabajos que no tienen la intención de llegar a las masas.

Para el próximo trabajo, si quiero llegar, tendré que firmar con alguno de los sellos de una gran multinacional como Random House o Planeta. Voy a hacer un tecnothriller. Quiero sobre todo que me dejen hacerlo porque buena parte del material del que trata la novela no puedo contarlo porque está bajo sumario; son cosas que he visto como perito judicial, por cuestiones de seguridad informática y de cibercrimen.

Quiero contarle a la gente cómo se roba un banco hoy en día. Hoy en día, si te pones un calcetín en la cabeza, pillas una escopeta y pegas un tiro al aire, en la caja te vas a encontrar 3.000 pavos. Lo que es bastante estúpido. Si quieres atracar un banco hoy día, atrácate la wallet de bitcoins de un tío, o a ING direct o a uno de estos bancos que operan digitalmente.

Estas cosas la gente intuye como van. Pero ahora, con el advenimiento de las criptomonedas, de Tor, de redes más seguras y que garantizan el anonimato, se están desplegando unos bandidos…

De hecho, los datos dicen desde hace tiempo que mueve más dinero que el mundo de la droga. Que los malos se están pasando a esto.

Efectivamente. Y además se trata de unos perfiles de personas, procedimientos y estilos de vida que el gran público quiere conocer pero no conoce. Y claro, cuando llega un tío [se refiere a él mismo] que reúne toda la documentación para desvelar quiénes son estos criminales al público, le dicen que no. Así que voy a esperar a que se levante el secreto de sumario o bien lo ficcionalizo.

Creo que no me quedará otra opción, si quiero que salga cuando acabe con esta trilogía, porque además estos temas pierden vigencia muy rápido. La novela se llama ‘One’ y quiero hablarle a la gente de todo esto. Y creo que el techo de cristal para un libro así no es tan bajo como en mis otros trabajos.

Volviendo a tu pregunta, creo que el problema es que estamos volando muy alto en el fantástico español. Con excepciones. [Jesús] Cañadas, por ejemplo, lo tiene mejor. Tú te lees ‘Las tres muertes de Fermín Salvochea’ y es un libro que puede leer hasta mi madre. Eso es un valor importantísimo.

Luego también está que todos nos hemos pasado a Netflix. Consume menos neuronas y es más espectacular y más sencillo atacar una historia en formato serie que leerte ocho libros. Estamos todos muy vendidos al audiovisual. Y es normal, porque está pegando fuerte, tiene calidad… Competir con esto, para un escritor, es muy duro.

Dan Simmons decía aquello de que “que Hollywood intente coger el vuelo de mi imaginación en ‘Hiperión’; a ver si pueden”. Pero es verdad que ese abismo de imaginación se va cerrando, porque la tecnología de efectos visuales es cada vez más barata y sobrecogedora. No es menos cierto que por ejemplo las imágenes que pintas tú en ‘Los ojos bizcos del sol’ son, por escala, imposibles de plasmar en una serie hoy en día. Diría que hasta en cine sería difícil. Ni lo más espectacular de Juego de tronos en la HBO llega a ciertas cosas. Pero a lo mejor en 10 años lo llegamos a ver…

Es que un libro mío, con el presupuesto de ‘Juego de tronos’ no lo das hecho ni de coña. Ni ‘Hiperión’ tampoco. Supongo que también hay que entender que el fantástico tiene escalas. Que hay obras que exigen un pacto con el lector más profundo. A ver, yo veo la adaptación que ha hecho de ‘El terror’ de Simmons AMC y pierdo un poco la fe, porque no me ha gustado nada. Pero luego me veo la de ‘Carbono Alterado’ en Netflix y… Creo que han mejorado el libro.

La inteligencia artificial, tal como la veo, está aún en el tamtam. Y habrá que ver si no es un bluff.

Lo hablaba con Richard [Morgan, autor de ‘Carbono Alterado’], que es un tío encantador y que me encanta cómo trabaja y cómo piensa. Me contó lo cerca que trabajó con la gente de Netflix para que la adaptación tuviera la hechura qué tiene. Ves cómo el autor se versionea así mismo, como Martin en ‘Juego de tronos’. Por ahí sí veo camino.

¿Tú te ves metiéndote en otros terrenos? Diciendo, bueno, pues aparte de ser literato, hay que dar el brazo a torcer a Netflix, si esta se presenta.

Te voy a decir una cosa. Soy un escritor de arriba abajo; no me veo haciendo guiones. Prefiero que eso lo haga un guionista. Sí cedería mis historias para que alguien las adaptara, pero no las adaptaría yo. Aparte que no sé si entiendo mucho de cine; sé lo que me gusta y ya… Pero donde me siento fuerte y cómodo es delante del folio en blanco. La cabra tira al monte y yo tengo muy claro en ese sentido lo que soy.

Nunca sabes dónde vas a acabar. Tengo 43 palos y a lo mejor aún me quedan tres décadas de currar en esto. O a lo mejor tres días, porque de pronto la gente se cansa de mí. Que esa es otra y puede pasar en cualquier momento. O me canso de situaciones del mundillo, como les ha pasado a muchos.

No te puedo decir qué voy a hacer mañana. Lo que sí te puedo decir es que todos los proyectos a los que les van saliendo novias son libros. Y sí, el techo de cristal sigue allí, pero intentaré romperlo.

Además, lo que oculta el techo de cristal es la imposibilidad de la profesionalización plena.

Es un poco eso. ¿Sabes qué me está pasando? Pues que a medida que me voy acercando peligrosamente al límite a lo que puedes facturar teniendo otro empleo, sin ser autónomo, me planteo qué pasará si de pronto a los cincuenta o sesenta me largan porque ya estoy viejo para el otro curro, o me prejubilan, o me voy yo…

Por el momento, simplemente me dejo llevar. Porque mola y porque ya he aceptado que la vida es un tiovivo. En el 2007 publico mi primer libro y en 2011, cuando publiqué ‘Diástole’ (Salto de Página, 2011) ya estaba asqueado y harto pensando no solo en dejarlo, sino en prohibirme volver a escribir.

Y eso ha cambiado en ti. Lo noto en muchos autores que permanecen. Aceptar el fracaso como estado natural y seguir adelante, a ver qué pasa.

Eso es una historia. Cuando sacamos la edición limitada, la gente lo entendió como que estábamos claudicando de entrada. Que ya no queríamos vender, solo sangrar a los que estaban en esto. Y nos cansamos de repetir que sacaríamos un bolsillo barato, que reeditaríamos lo que hiciera falta… Que no buscábamos solo monetizar el lujo, sino descubrir qué tipo de formatos funcionan con nuestros lectores, porque a lo mejor es un público pequeño, pero muy fiel; o tiene mucho poder adquisitivo; o le gustan los formatos de lujo...

Lo de ir aceptando la idea que esto es un sinvivir, que te da cuatro perras, que te va a mandar a la mierda… Pues yo ya no debería entonar esa cantinela. Yo ahora me voy de vacaciones en agosto por todo lo alto con mi familia y todo me lo paga la literatura. Ya no tengo que asumir costes. Ni comprar libros, porque me los regalan todos.

Si me hubieras pillado en la época de Salto de Página… Recuérdame, me quejaba todo el rato de que esto no tenía puto sentido. Pero ahora he conseguido viabilizar 10.000 euros al año. Ya no son cuatro duros. Sí, que hay que pagar al fisco, y te quedas menos, pero…

Pero ya es algo rentable.

Yo solamente escribo. Luego tengo un empleo que me da de comer. Hay gente que complementa la escritura con talleres, prólogos, presentaciones… Si yo intentara vivir solo de la literatura, yo creo que ahora podría conseguirlo. Me instalo en Barcelona, doy clases, corrijo… Lo que llamamos basurilla en la agencia. “Este tío quiere que le escriban un libro de negro. ¿Quién es, un diputado? Pues venga”. Pero a mí eso no me interesa. ¿Qué tiene que ver eso con mi obra? No quiero ser parte de la industria, quiero que la industria me dé soporte a mí.

Autores que te digan que pueden alcanzar una facturación próxima al sueldo mínimo, pues hay poquitos. En ese sentido me siento un privilegiado. Encima, te llama la Universidad de León para que vayas a darles una ponencia en un máster de literatura comparada y tú… ¡No tienes estudios de letras! ¿Qué vas a sacar, tus apuntes de literatura de COU? [risas]. Y tienes que hablarles a unos tíos que están doctorándose y a veces te miran y tú piensas: “Si, os estoy diciendo gilipolleces, pero yo es lo que os puedo aportar. Cómo trabajo”. Y es lo que te ha pedido la directora del máster.

Diastole
Portada de Diástole de Salto de Página.

Muchos escritores son hechos a sí mismos.

Lo que ocurre es que igual yo me escapé de un cubo de basura [risas].

Yendo más a lo serio, ya no me quejo tanto porque no debería. La literatura sigue siendo una mierda, porque lo es por definición, pero claro… Si me quejo yo, qué van a decir los demás. Hay gente incluso mejor que yo en mi sector que les va mucho peor. Aunque solo sea por no joderles la vida del todo, me corto mucho más.

Es de justicia que cuando mejora tu situación, mejore tu actitud. Además, te cansas de quejarte de lo mismo. ¿El panorama ha cambiado? No, sigue estando igual de jodido que cuando empecé. Ha habido cambios, pero… Para la faena que da, sigue sin estar pagado. Esto cuando lo hacías levantándote 1.000 euros de anticipo y vendiendo 1.000 copias, vale. Pero ahora que las cosas están yendo mucho mejor, pues no es plan.

Además, mucha gente se estaba cansando de verme siempre quejándome. Que conste, que soy incapaz de no quejarme [risas]. Y me seguiré quejando. Yo creo que la protesta en sí tiene un gran valor. Pero no voy a seguir diciendo que esto es un sinvivir y que no merece la pena.

Eso sí, si un autor que está empezando me pregunta si merece la pena empezar, le seguiré diciendo: “Ni te lo pienses. No empieces”. Esto se hace solo si tienes la necesidad vital de hacerlo. Si no lo necesitas, no es vida.

Vamos a ir cerrando. ¿Por qué las únicas dos citas vienen entremedias de la novela, en vez de al principio? Y en cuanto a quién citas. H.P. Lovecraft, lo pillo. Pero, ¿Pol Pot?

[Risas.] Lovecraft y Pol Pot, ¿eh? Esto sí que solo lo hago yo. Cuando entregas un manuscrito con estos acabados, siempre viene alguien que te dice: “Alto, tú, adónde vas”. Y yo digo: “Déjalo así, que va bien”.

Me acostumbré a intercalar citas dentro del discurso en ‘Cenital’ y es un recurso que, bien jugado, funciona muy bien. Y piensa que en ‘Transcrepuscular’ no puedo hablar ni de gatos, ni de perros ni de nada, porque no tienen esos referentes en este mundo [los nuestros]. No puedo citar a Lovecraft dentro del libro. Sí a Bender, pero porque mi sentido del humor está on fire [risas].

Si quiero meter una perla de alguien, el momento más adecuado es entremedias. Soltarlo ahí, para que el lector reflexione o vea por dónde estoy tirando o qué me inspira. Como no puedo meterlo dentro del discurso literario, meto una cita. Y me quedo bien ancho.

Repito. ¿Pol Pot?

La cita de Pol Pot es la de: “El que se opone es un enemigo y el que se resiste un cadáver”, ¿no?

Esa.

Pues es que si miras el contexto en el que lo dijo… Lo dijo durante la revolución de los jemeres rojos cuando empezó a hacer una limpieza étnica inaudita. Es el genocida más sanguinario de la historia; mucho más que Hitler o Stalin. Las masacres que hizo no tienen precedentes. Su razonamiento fue: “Esto va a ir así. Y si alguien se opone, a por él. Y si cuando vamos a por él se resiste, que se dé por muerto”.

Esto es un poco lo que plantea la Gran Colonia en mi libro [uno de los actores esenciales de la trama de ‘Antisolar’]. La Gran Colonia que las especies serán asimiladas en la gran base de datos genética que están recopilando y luego serán eliminadas. Un poco como el software. Código que se integra en grandes comunidades, que acaba deviniendo en un ladrillo de un gran edificio y que por tanto ya no tiene sentido servirlo suelto, sino insertado dentro de una máquina.

Portada de
Portada de 'Esta noche arderá el cielo' (Salto de página, 2013).

Vampiros genéticos.

¡Efectivamente! Y esto es lo que estaban haciendo los genocidas en Birmania, Tailandia… Allí ha habido una serie de señores que se dedicaron a eso, a matar a todo el que se resistiera. Y al que se asimile e integre, será uno de los nuestros. El genocidio siempre ha sido esto: matar a los hombres, castrar a los niños y violar a las mujeres. Esto es, sobreescribir con tus genes los genes de tu enemigo.

Pero hay una versión más civilizada que es la Pax romana que intenta integrar de forma pacífica numerosas culturas en un estilo de vida.

Un poco como el poder blando de Estados Unidos con Hollywood y sus narrativas. Estados Unidos lo ha usado como herramienta de colonización cultural a lo largo del siglo XX.

Efectivamente. Es que el poder blando es un poco el si no puedes con ellos, únete a ellos. La estrategia de desarrollo más grande que puede tener una civilización extraterrestre sería esta, una Pax romana. Y si te resistes, serás exterminado.

Esto es un tema común a tus obras y que te conecta con Lovecraft. La insignificancia del supuesto héroe ante los acontecimientos. Pero, en tu caso, el héroe prefiere morir matando. Aun sabiéndose jodido, siempre se rebela. ¿También en ‘Los ojos bizcos del sol’? ¿Van por aquí los tiros para el desenlace?

Nadie se está viendo venir el desenlace. Solo una persona de Gigamesh se ha dado cuenta de un detalle clave, que se menciona desde el principio, y que permite adivinar por dónde van los tiros en ese final que yo espero que vaya a dejar a la mayoría de los lectores con el culo torcido.

Es verdad que la insignificancia del héroe es un tema que se repite en toda mi obra. Pero te voy a decir una cosa. Aquí necesitaba ya no solo subvertir ese tema. Aquí necesitaba que el héroe tuviera de verdad una oportunidad de ganar. El alguacil y su grupo se las ingeniarán para conseguir algo que tal y como están las cosas parece imposible: ganar una batalla en una guerra cruenta que durará una eternidad.

En el tercer libro hay una gran batalla. Toda épica debe tener una.

En ‘Antisolar’ se ven desfilar las tropas...

Así es. Ya he dado avances y la cosa acabará en una gran confrontación que se saldará de una manera inesperada. Yo intento decir no solo que hay esperanza, sino que mientras las personas sigan siendo personas y se arraiguen a ello… A ver cómo lo explico sin destripar el libro, porque sería una putada. La humanidad, por su naturaleza, ha conseguido sobrevivir a un montón de desmanes (y es posible que se le vengan encima muchos más), pero mientras no se renuncie al individualismo… El individualismo tiene ventajas. Desde luego, es mucho más interesante cooperar que competir. Pero competir permite ventajas; por eso fracasó el comunismo, por ejemplo.

Pero estos temas están ahí para quien quiera pensar en ellos. No quiero agobiar a la gente en esta saga.

Última pregunta. Danos un vistazo a lo que encontraremos en ‘Subsolar’.

La colonia que hay en el hemisferio ‘Subsolar’ no es chino-japonesa, es occidental. Entonces vas a encontrarte casas de ladrillo y un ambiente que parece el de un western. Hay una cita de Lawrence de Arabia por ahí por el medio. Y una ciudad avispero alucinante. Caravanas de escorpiones… Hay un montón de imágenes cojonudas que me encantan y a las que les estoy dando el acabado final. Luego llegará Alejo y violará completamente el libro [risas]. Pero no pasa nada, porque nos entendemos de puta madre.

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